sábado, 22 de mayo de 2010

La cuestión de la inmigración ○

Uno de los más significativos problemas de la sociedad alemana era la existencia en su seno de determinados sectores con actitudes xenófobas, lo que, en su límite extremo, se traducía en ocasiones en ataques contra residentes extranjeros. Desde el final de la II Guerra Mundial, Alemania Occidental solventó su escasez de mano de obra permitiendo la entrada de emigrantes (oficialmente denominados “trabajadores invitados”) para residir y trabajar en el país. Estos trabajadores, muchos procedentes de Turquía y de otros países mediterráneos como Grecia o España, trajeron o formaron familias en Alemania Occidental, pero no pudieron adquirir la ciudadanía alemana. En la década de 1990, Alemania contaba con casi dos millones de trabajadores extranjeros; además, 440.000 exiliados solicitaron entrar en el país en 1992, un incremento del 71% respecto a 1991 (de éstos, 122.666 procedían de la antigua Yugoslavia). En 1992 se registraron unos 2.300 ataques contra extranjeros; en 1993, la cifra fue de unos 1.300 y ese mismo año murieron ocho personas por la violencia de la extrema derecha, descendiendo respecto a los 17 que se produjeron en 1992. Los ataques a los judíos descendieron, pero los ataques sobre las personas sin hogar y las discapacitadas se duplicaron, desde 145 hasta 324 en el mismo periodo. Hubo manifestaciones masivas que protestaron contra esta violencia de la extrema derecha, por lo que el gobierno incrementó sus actividades contra el neonazismo. En mayo de 1993, el Parlamento alemán aprobó limitaciones de asilo para los extranjeros en Alemania, que fueron efectivas a partir del 1 de julio de 1993. Desde junio hasta julio de ese año decrecieron un 34% las solicitudes de asilo a Alemania.

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