sábado, 22 de mayo de 2010

Hitler y el III Reich

Hitler, un antiguo cabo del Ejército, odiaba a los aristócratas, los capitalistas, los comunistas y los liberales, así como a los judíos y a todos aquellos que no pertenecieran a la raza aria. Ya había intentado derrocar al gobierno en el putsch de Munich en 1923. Después de casi un año en la cárcel, continuó sus actividades en el seno del partido nazi. Consumado orador, rápidamente consiguió seguidores acusando al gobierno de la República de Weimar de débil y traidor. Propuso el despido de judíos, a quienes describía como infames, para repartir sus puestos de trabajos entre dignos alemanes, y prometió recuperar la fuerza y el honor de Alemania. A cambio, demandaba la completa lealtad y obediencia del pueblo a su persona como su Führer (conductor). Para reforzar su mensaje, las SA (Sturm Abteilung) atacaron a comunistas, judíos y miembros de otros partidos.

En medio de la depresión económica, las elecciones de 1932, hicieron de los nacionalsocialistas el partido con mayor representación en el Reichstag. En 1933, con el apoyo de elementos de extrema derecha, Hitler fue elegido canciller. Para asegurarse el poder supremo, Hitler convocó nuevas elecciones. Al culpar del incendio del edificio del Reichstag a los comunistas, ilegalizó al KPD. En el nuevo Parlamento los nacionalsocialistas, los nacionalistas y el Partido del Centro Católico aprobaron la Ley de Poderes Especiales permitiendo a Hitler controlar todos los aspectos de la vida alemana, lo que hizo durante cuatro años.


A comienzos de 1933, el primer campo de concentración nazi se construyó para encarcelar a numerosos grupos de oponentes políticos y otros considerados como elementos antisociales por el régimen nazi: judíos, gitanos, homosexuales, comunistas, disidentes religiosos, testigos de Jehová y prostitutas. Los prisioneros debían realizar trabajos forzosos:

cuando no podían trabajar más eran asesinados en cámaras de gas, fusilados o por medio de inyecciones letales. Los enfermos servían para realizar “experimentos médicos”. Los campos incrementaron en tamaño y número durante la guerra e intensificaron progresivamente su actividad exterminadora, especialmente al final del conflicto, cuando Hitler decidió aplicar a la cuestión judía la llamada “solución final”.


En 1943, durante tres semanas, los 65.000 judíos que permanecían en el gueto de Varsovia lucharon contra la policía alemana que intentaba llevar a cabo una redada completa. Hacia el final de la guerra, los judíos muertos ascendían a unos seis millones en lo que se conoció como el Holocausto.



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